Lectura voraz: Chile constitucional

21 Julio 2023
Si bien hemos vivido un intenso periodo de procesos constitucionales, claramente no somos expertos en el tema. Por aquí un libro entrega luces históricas sobre esta materia.
Daniel Carrillo... >
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Foto: Pexels

“Chile Constitucional” (FCE Chile, 2020) del historiador Juan Luis Ossa, presenta una contextualización de los que el autor considera los cuatro grandes procesos constituyentes de la historia nacional: los de 1828, 1833, 1925 y 1980. 

El libro plantea la tesis de que las Constituciones de 1828, 1833 y 1925 se caracterizan por un mecanismo de prolongación. Las de 1833 y 1925 serían en realidad “reformas” explícitas de sus antecesoras, como se rescata desde los propios textos oficiales.  

El “proceso constituyente” que derivó en la Constitución de 1828 instaló los pilares del edificio republicano chileno, dado que resolvió el dilema sobre la delimitación del poder y la relevancia de la igualdad ante la ley. Luego, la de 1833 siguió un tono continuista, que el propio Andrés Bello defendería como una “reforma”, en la noción de reparación o enmienda. 

Un punto que se destaca es que ninguna de ellas menciona la palabra “democracia” para definir el régimen político, aludiendo solo al concepto de “popular representativo”. Esto cambia en 1925, con una Carta que profundiza la democracia y declara que el gobierno de Chile era “republicano y democrático representativo”. Nacida bajo la “crisis del centenario”, esta Constitución recoge demandas sociales y asume la necesidad de cambios a la luz del agotamiento del régimen de 1833. Así, abre el que sería el mayor proceso de “construcción de estatalidad” en Chile, un periodo denominado recientemente por los historiadores como “Estado de compromiso”.

En cuanto a la del ’80, Ossa indica que se trató de una revolución constitucional que cortó un largo reformismo gradualista. Si bien uno de los argumentos del Golpe de Estado fue que Allende se había puesto al margen de la Constitución, la lealtad de la Junta Militar a dicha Carta fue efímera. Pinochet y su círculo dieron por muerta la Constitución de 1925 y prepararon un nuevo texto que escogió el modelo de la hoja en blanco. Ossa apunta aquí a la paradoja de que un régimen políticamente conservador desechara la historia constitucional iniciada en 1828. “Desde entonces y hasta hoy, la Constitución carga con un problema de legitimidad que sus muchas reformas no han podido resolver”, señala el autor. 

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